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21/2/14

Unfaithful

La primera vez se cruzaron en el pasillo de oficinas, ella aprovechó la ausencia de espacio para acercarse peligrosamente a él. Él sintió el calor de su cuerpo contra el suyo. Ella lo miró con picardía, la suficiente para dejarle bien claro que aquello no era un accidente. Él esbozó una sonrisa maliciosa. De esas que dicen que, 'tal vez otro día'. 
La segunda vez fue algo tan inocente como un caramelo. Ella se lo ofreció, él lo aceptó. Ella lo desenvolvió mientras se mordía el labio inferior y le lanzaba la segunda mirada pícara. Él fue a cogerlo, ella retiró la mano. Se acercó a él y se lo llevó a su boca. Ella estaba tan cerca de él que temía precipitarse por su escote. Aquella composición pictórica, de labios entreabiertos, caramelo entre sus dedos y escote vertiginoso, hizo que algo se removiera en él. Tomó el caramelo en los labios, la miró de soslayo y se giró, consciente de que podía controlar la situación.
La tercera fue tras la comida de empresa. Él se sentó deliberadamente lejos de ella. Ella se lo devolvió obviándolo durante toda la velada. Él se sintió turbado. Tal vez había perdido interés por él. Al salir del restaurante, él se acercó a ella y se ofreció a llevarla a casa. Ella se mostró reticente, hasta que él la tomó por la cintura. Ella se abrazó a él y fue a besarlo. Pero él se apartó y negó con la cabeza. En sus labios podía leerse 'aquí no'. Al final aceptó regresar con él. Cuando iba a despedirse, aprovechó para darle un beso en la boca, pero él se apartó nuevamente y le puso un dedo en los labios. Le dijo 'sabes que no puedo'. Ella suspiró con resignación y se marchó.
La cuarta, simplemente tenía que suceder. Ella llevaba días sin ir a trabajar. Él fue a visitarla en horario de trabajo, cuando no había nadie más en su casa. Cuando nadie preguntaría por él. Ella abrió la puerta en bata, con el pelo alborotado y cierta palidez. Pero el mismo olor que le recordaba a ella. Ella fue a besarlo, pero él se apartó nuevamente. Extrajo un pañuelo negro del bolsillo y le vendó los ojos. La llevó hasta la pared y esperó a que su boca pareciera suplicar. Él acercó su boca lentamente. Fue un beso largo, lento, dulce. Duró una eternidad. Porque ninguno de ellos quería parar y ninguno de ellos quería ir a más. Sin embargo, su bata se abrió y él no pudo resistirse.

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